sp japa

por Purnacandra Goswami

Podemos ver en el comportamiento de Srila Prabhupada que él no estaba institucionalizado. Se relacionaba con las personas como personas, o deberíamos decir, como almas espirituales. En situaciones cotidianas, él no se obsesionaba ni era absorbido por su rol institucional como el fundador- acarya. Es decir, a veces él tenía que considerar su rol institucional, por ejemplo, él insistió en que pongamos su título como fundador- acharya antes de su nombre sobre los impresos oficiales y sobre edificios institucionales. En casos ordinarios, sin embargo, él expuso la actitud distante a aquel rol.

Una vez, Srila Prabhupada visitó Amsterdam para instalar las Deidades del Señor Jagannatha en el templo y allí se dio cuenta de muchas discrepancias. Los devotos locales no habían preparado el altar correctamente, no habían granos, ni frutas, ni flores para el sacrificio de fuego. Los periodistas habían llegado junto con camarógrafos de la TV y el templo estaba lleno de huéspedes.

Cuando llegó para realizar el sacrificio, Srila Prabhupada preguntó enojado: «¿Por qué no hay flores? ¿Dónde están las frutas y los granos? ¿No trajeron la fruta para el Señor Jagannatha? ¿Quién es el responsable de esto?»

A todo esto, un devoto salió corriendo y luego regresó con un plato grande de ensalada de frutas.

Prabhupada se puso aún más furioso, «¿Usted está trayendo ensalada de frutas para el sacrificio de fuego?» Delante de las cámaras de TV, Prabhupada le gritó al encargado local, «no estás apto para ser presidente de templo. ¡El Señor Jagannatha está descuidado! ¡Lo están llamando para que venga, y ahora lo están descuidando!»

Cerca de allí había un cliente habitual, un hippie al cual a veces los devotos instruían y le predicaban: «Sólo canta Hare Krishna.» Entonces, cuando vio a Srila Prabhupada enojarse, él inocentemente dijo: «No te enojes, sólo canta Hare Krishna.»

Prabhupada lo miró con los ojos muy abiertos y le dijo: «Oh, tú me haz dado muy buenos consejos. Tú haz hecho lo mejor en el día de hoy”. De inmediato, Prabhupada tomó su bolsa de japa y empezó a cantar. Era sabio y tan humilde que aceptó incluso el consejo de un hippie.

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